viernes, 27 de febrero de 2009


Aniversario de misterios

El pasado día 21 de Febrero, sábado, un buen amigo me invitó a participar en su programa de radio, para hablar sobre masajes y terapias alternativas. Ya que tengo la suerte de pretender ganarme la vida con algo que me gusta, accedí a participar. Al principio nuestra conversación en las ondas transcurrió dentro de la «normalidad», hablamos del masaje, de su historia, de sus aplicaciones terapéuticas y, como no, de sus contraindicaciones. Al terminar el bloque destinado a estos menesteres, me pidió que me quedara en la cabina para participar en el debate final de su programa radiofónico, dedicado a tratar sobre noticias escogidas de la actualidad, o al menos esa es la intención, pues ya se sabe que, en España, una cosa es la intención y otra muy distinta el resultado.

Pero antes, en otro bloque del programa, destinado a dar un repaso a la historia, que también lleva otro amigo mío, se trató el golpe del 23 de febrero, pues dos días más tarde se cumplía aniversario no sólo de fecha sino de día de la semana, pues, como muchos recordarán, aquel 23 de febrero de 1981 cayó en lunes. Si una cosa tienen los medios de comunicación de masas es que son muy cumplidores con los calendarios, más cuando muchos de los que se dedican a eso de la prensa viven de escribir artículos sobre efemérides varias, e, incluso, los más osados, se atreven a publicar algún libro, aunque en ese libro solo se recojan informaciones ya reiteradas y opiniones repetidas, hasta la saciedad, sin aportar ningún dato nuevo. Pero ya se sabe. El pecado de la vanidad es el que más abunda por estas tierras, y cualquier junta letras se cree con facultades, conocimientos y motivos suficientes para sentar cátedra sobre cualquier asunto.

Los recuerdos sobre aquel suceso ocurrido hace casi treinta años volvieron a mi memoria, como si los hechos de los que se hablaba hubiesen pasado ayer. Recuerdo perfectamente al profesor que nos estaba dando clase de música -2º de BUP en el anterior plan de estudios- que salió del aula ante una llamada del jefe de estudios -algo que no ocurría casi nunca-. Cuando volvió, después de un cuarto de hora, con la cara pálida y desencajada -no en vano era miembro del Partido Nacionalista Canario-, nos informó que unos guardias civiles habían entrado en el edificio de la Carrera de San Jerónimo, y que por tal motivo las clases iban a terminar antes, así como se recomendaba a todos los alumnos que se dirigieran de inmediato a sus casas.

Todo era incertidumbre y confusión. En la guagua –autobús para los que vivan al norte del Estrecho de Gibraltar- el conductor encendió la radio, y en ella se iban sucediendo informaciones e interrogantes que iban dibujando un panorama que hacía juego con la sotana de los curas. Recuerdo muy bien que me pasé las recomendaciones de los profesores por el arco del triunfo, y me reuní esa tarde-noche con algunos amigos que siempre teníamos ganas de montar follón -la inconciencia de la adolescencia-. Hasta que hizo aparición, en el horizonte, la autoridad materna que, con un solo gesto, terminó metiéndome en un taxi con destino a casa, marchándose toda mi arrogancia, chulería y ganas de heroísmo fatuo por el desagüe del realismo práctico que hacen gala la inmensa mayoría de las madres. Más en mi caso, pues mi progenitora ha sido siempre la que ha introducido algo de sentido común en mi existencia. Ahí terminó la intrahistoria más emocionante de mi 23 F. Ya solo quedaba hacer lo que hacía el resto de españoles: ver o escuchar lo que ocurría -o podía ocurrir- por la tele -en ese entonces sólo existía la primera y la dos- y por la radio.

Lo demás ya lo saben ustedes. Tanques en las calles de Valencia, discurso del monarca en televisión, manifestación de los políticos y gran parte de la ciudadanía el viernes de esa semana, juicio y cárcel para Tejero, Millans del Bosch, Armada, Torres Rojas y algunos otros... y muchas preguntas sin respuesta, mucho humo que no deja ver si lo que pasó entonces fue lo que vimos o nos contaros, o los hechos son otros muy distintos. Pues con el paso del tiempo y a medida que uno lee algunos libros surgen interrogantes que aún hoy no se han despejado.

Por ejemplo:
¿Cuáles eran las intenciones del Teniente General Millans del Bosch al sacar los tanques por Valencia? Nadie ha podido señalar que esperaba el jefe de la capitanía general de la región con esa acción tan llamativa.
¿Por qué, cuando los soldados de los instruidísimos escuadrones del Regimiento de Caballería Ligera Acorazado toman las instalaciones de TVE, sólo llevaban munición de fogueo, y además tardaron hora y media en recorrer cuatro quilómetros -la distancia entre el cuartel y TVE-? Nadie ha podido explicar realmente los fallos, demoras y vaivenes de las unidades de la División Acorazada.
¿Porqué el jefe de la operación que toma el Congreso de los Diputados se pone a esperar durante horas a que una autoridad -«militar por supuesto»- aparezca, y cuando ésta aparece, negocian la rendición? Nadie ha respondido satisfactoriamente a esto.
¿Cómo es posible que la Guardia Civil tome el Congreso montado en unas guaguas de alquiler de una compañía privada?
¿Qué hizo el monarca durante todo ese tiempo que tardó en aparecer en la televisión? ¿Tantas horas se necesitan para marcar los números de teléfono de las capitanías generales de las regiones y dar la misma orden escueta a todos ellas?
¿Qué se firmó en el pacto del capó?
¿Cómo que el General Armada mantiene que los resultados del Golpe del 23 F fueron satisfactorios porque cumplió su objetivo principal: afianzar la monarquía parlamentaria y el régimen de partidos?
Estas son algunas de las cuestiones que aún hoy no han sido respondidas. Existen otras muchas que se quedan en el tintero y que hacen, de acontecimientos como el 23-F, la intoxicación masiva por «aceite de colza» o los atentados del 11-M, asuntos poco claros ante gran parte del público. Cuestiones que provocan que un servidor, éste que escribe, desconfíe de las versiones oficiales dadas por el régimen y sus instituciones. Y no es que uno sea un conspiranoico, pero es que no se puede hacer pasar a un camello por el ojo de una aguja, a no ser que seas Jesucristo. Y nadie nos ha comentado que bajó haciendo milagros aquel lunes de febrero de 1981.

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