sábado, 3 de enero de 2009

Después de la fiesta…

Toda esta sociedad que, dentro y fuera, llaman "Civilización Occidental", ha terminado de celebrar las fiestas navideñas y el inicio de año nuevo. En España, más concretamente, aún quedan los festejos asociados al día de Reyes, ese día destinado a ir socializando a los niños y niñas -hemos de nombrar ambos "géneros" no sea que los "pijosprogres" nos afeen y nos menten a los antepasados, además de denunciarnos ante la nueva inquisición de la "compañera” ministra de igualdad-, una "vía de socialización" a través del consumo compulsivo del último juguete y la última moda diseñada por alguna industria del ocio.

La tónica general de estas celebraciones en Canarias ha sido la habitual del resto del país: discurso del monarca en televisión pidiéndonos sacrificios a todos y todas -no deja de tener cierta gracia que esto nos lo pida el cabeza de familia de esa pandilla de vagos, según dice Anasagasti. Ya podría también llevar a cabo esos sacrificios el monarca y toda su Casa Real, pero ya se sabe... sus ingresos son Secreto de Estado-; cena con familiares hasta el empacho, para después salir de copas con los amigos, mientras de fondo, y a modo de banda sonora mientras transcurre la película, escuchamos el mismo discurso dulzón, dulzón hasta la nausea, de ayudar al prójimo y la prójima, la solidaridad, el amor fraternal… mientras, al mismo tiempo y de forma simultanea, esos mismos que nos cuentan ese discurso, están asociados -son buenos «amigos y aliados»- de los que fastidian, roban, humillan, mutilan, envenenan, asesinan y extorsionan a ese mismo prójimo en la región de Grandes Lagos del Congo, en Palestina, en Iraq, en Afganistán, y en algunos otros lugares del planeta que no cito porque haría demasiada larga la lista. Aunque esa misma ansia de jorobar al vecino, la encontramos asimismo por la "España tropical", y antes de finalizar el 2008 cayeron asesinados en nuestras calles Iván y Octavio –el último en la misma noche de Navidad-. Ya se sabe que una cosa es predicar y otra muy distinta dar trigo.

A lo mejor, alguno de los que se animan a leer este blog llegarán a decir que existe una contradicción en esto, ya que los buenos deseos de los seres humanos que viven en esta parte del mundo -"civilizado, próspero y libre"- chocan con el ansia contumaz de los inadaptados, de los desclasados, de los enemigos de las buenas costumbres, de los agentes de la confabulación islámica-comunista-chavista que pretende dominar el mundo.

Pero he aquí que la realidad es tozuda, y no se deja seducir por las palabras huecas. En esas acciones de iniquidad e injusticia brutal, la realidad se impone y nos deja ver clamorosamente su rostro -por muchos "pantallazos" de distracción que existan-, enseñándonos que, detrás de toda esa palabrería cargada de -presuntas- buenas intenciones, sólo se camufla las acciones reales de eso que se llama a si misma la CIVILIZACIÓN. Que muy lejos de existir una contradicción entre discurso y praxis, lo que hay, lo que existe, es una complementariedad casi perfecta. Ya que esas palabras dulzonas, aquí, están destinadas a envolvernos en un estado soporífero que impida cualquier reacción –como está ocurriendo en Grecia- mientras que, por otro lado, el axioma del todo vale se impone a como dé lugar en la vida de cada uno, o de cada colectivo humano.

Y me pregunto, no exento de cierta dosis de recalcitrante ingenuidad ¿No sería todo más sencillo si nos dejáramos de tanta palabrería, de tantos buenos deseos, y nos movilizamos contra tanto hipócrita, tanto engaño, tanto fingimiento, perdiéramos el miedo a llamar las cosas por su nombre -¡Porque nos pueden acusar de aguafiestas, de radicales, de resentidos sociales o desestabilizadores de los sillones de tanto cretino!- y empezáramos a construir otro mundo? La fiestas de Navidad y fin de año de 2008 nos han dejado esto ¿Las de 2009, qué nos dejaran?
EL ÉXITO DE LA VOLUNTAD

Si piensas que estas vencido, lo estás.
Si piensas que no te atreves, no lo harás.
Si piensas que te gustaría ganar pero no puedes, no lo lograrás.
Si piensas que perderás, ya has perdido.
Porque en la vida encontrarás que el éxito comienza en la voluntad del hombre, todo está en el estado mental.
Porque muchas carreras se han perdido
antes de haberlas corrido
y muchos cobardes han fracasado antes de haber su trabajo empezado
Piensa en grande y tus hechos crecerán.
Piensa en pequeño y quedaras atrás.
Piensa que puedes y podrás.
Todo esta en el estado mental.
Si piensas que estás aventajado, lo estás
tienes que pensar bien para elevarte
tienes que estar seguro de ti mismo
antes de intentar ganar un premio
la batalla de la vida no siempre la gana
el hombre mas fuerte o el más ligero
porque tarde o temprano, el hombre que gana es aquel que puede creer hacerlo.




miércoles, 31 de diciembre de 2008




Sentimiento nuevo

Es un sentimiento nuevo, que mantiene alta mi vida,
la pasión en la garganta, Eros que se hace palabra.
Todas tus inhibiciones no forman parte del sexo.
Los apetitos míticos, de cortesanas libias,
la posesión, las formas de amor pre-alejandrinas.
Y tu voz igual que el coro de las sirenas de Ulises me encadena.
Y es hermoso perderse en este milagro.
en la patria de las geishas se abandonan a su fuerza.
Todas tus inhibiciones, el placer desencadenan.
El shivaísmo asiático, de estilo dionisíaco,
La lucha pornográfica de griegos y latinos.
Y tu cuerpo como un bálsamo en el desierto aún me cautiva.
Y es hermoso perderse en este milagro.
Y es hermoso perderse en este milagro.
Los apetitos míticos, de cortesanas libias,
la posesión, las formas de amor pre-alejandrinas.
Y tu voz igual que el coro de las sirenas de Ulises me encadena.
Y es hermoso perderse en este milagro.
Y es hermoso perderse en este milagro.

Franco Battiato

lunes, 29 de diciembre de 2008

Los sabios de mueble bar

El otro día -para ser exactos: el 24 de diciembre- estando en medio de esa especie de fiestas que, por estas fechas, se montan, y donde todo el mundo -a partir de la «mayoría de edad»- finge ser simpático -por eso de ser consecuente con el «espíritu de las Navidades»-, concretamente en el local de la radio donde suelo pasar varias horas inventando programas que nunca llegan a salir al aire, o grabando anuncios que alguien se encarga luego de fastidiar, pude escuchar lo que nos decía un individuo. Éste se expresaba con gran seguridad y aplomo, y sentenciaba a la manera de los bustos parlantes que salen por la tele, es decir, hablaba con la gravedad de alguien que nos va a decir algo importante -aunque en realidad no tenga ni idea de lo que va a predicar-. El individuo nos contaba eso tan repetido de que las ideologías han muerto. Y lo afirmaba expresando su plena conformidad con esas defunciones. Pero, a reglón seguido, empezó a quejarse con amargura de la ineptitud de los cargos políticos, tanto de los que gestionan actualmente el ayuntamiento como el cabildo, sin olvidar, por supuesto, a los que se sientan en los sillones del Parlamento autonómico.

El silencio se fue apoderando de los que estábamos allí, y las charlas que manteníamos, a la manera española de conversar -es decir, saltando de un tema a otro sin continuidad posible, atendiendo poco a lo que dice el otro y hablando mucho- empezaron a cesar. Pero el silencio se fue imponiendo no porque lo que dijera el mencionado individuo fuera interesante, sino porque el tono, o volumen de voz, que estaba utilizando, iba subiendo en decibelios a medida que bajaba el peso de los «argumentos» que exponía.

Algunos optaron por desaparecer del lugar con la excusa de fumarse un cigarrillo, mientras otros -a decir verdad los menos- preferimos quedarnos con la esperanza de comprobar si, detrás de toda esa catarata ascendente de sonidos, se escondía alguna verdad que desconocíamos. Sin embargo, después de unos diez minutos de discurso cargado de tópicos y gestos histriónicos, no vislumbramos si había ninguna señal o indicio de verdad desconocida, y ya sólo quedaban unos pocos anfitriones intentando meter baza en aquel monologo que comenzaba a ser insufrible. Como ustedes podrán comprender, terminé uniéndome al grupo de los fumadores.

Cuando encendí el pitillo, y a raíz de lo escuchado, me vino a la memoria lo que había dicho recientemente mi amigo Pepe: «vivimos en una sociedad totalitaria, pero lo peor del caso es que la gente no se da cuenta, y ofrece su colaboración a los tiranos sin pedir nada, considerando normal cualquier abuso, sacrificando su libertad en aras de la paz social».

Le daba la razón, igual que recordaba lo que, en negro y sobre blanco, nos advertía Carlos Pinedo hace ya unos años: «La esencia del actual totalitarismo es su apoliticismo. Frente a la sociedad occidental, mundializada y única, humanitaria y economicista, ninguna revuelta es posible (....) La ideología única entra en el cerebro y cada uno es su propio censor y opresor» .
«El Sistema se basa en una forma despolitizada de dominio. El consenso social no es obtenido por vías coercitivas (políticas) o persuasivas (ideológicas), sino por la adhesión económica privada a un modo de vida, ya interiorizadas, a las que nadie está dispuesto a renunciar. Además, los individuos son autores de su propia alienación, pues la participación de éstos en los sectores de actividad tecno-económica en los que están fuertemente implicados dado su carácter hiperpragmático (consumo, ocio, profesión, redes administrativas) les lleva a que tengan interés en su mantenimiento».
«Esta sociedad mercantilista se basa en la idea de que no existen más que necesidades y deseos materiales individuales, siempre cuantitativos y capaces de ser satisfechos. Este totalitarismo economicista difunde un individualismo feroz»
.

Pero a pesar de todo lo dicho, y ser consciente de la parte de razón que llevan, yo me niego a secundar el axioma ese de que las ideologías han muerto. Y les aseguro que no es por empecinamiento infantil, sino porque algunos, aún, no hemos renunciado sencillamente a la facultad de pensar. Y frente a todo ese discurso omnipresente que pretende desmovilizarnos, algunos conservamos la esperanza de que otro mundo es posible. Es más: otro mundo es necesario. Por lo pronto, en las circunstancias actuales, nuestra única obligación es hacer frente a los «sabios de mueble bar» que intentan confundir o hastiar nuestros oídos con palabras vacías, destinadas, por su forma y contenido, a derrotar nuestros espíritus.

Por lo menos podemos arrancar una pequeña victoria si logramos resistir tales bombardeos de palabras necias que nos quieren empujar al darlo todo por perdido.