miércoles, 24 de diciembre de 2008

¿Por qué?

Todo en esta vida ha de tener una razón suficiente que justifique su existencia. De no ser así, la vida sólo sería un juego vacuo, un sin sentido, un mero capricho destinado a la muerte, como una cerilla cuyo único cometido fuera consumirse en manos de alguien sin dar el calor suficiente ni la luz necesaria para poder resultar útil. Por ello publico este primer escrito, para que sirva, de alguna forma, de carta de presentación y evite equívocos sobre lo que se van a encontrar. Porque de equívocos está ya el mundo lleno.

No pretendo emitir una declaración de principios, pues el que aquí escribe piensa que tal tipo de declaraciones son, únicamente, brindis al sol, ejercicios estériles de retórica dirigidos a anestesiar cualquier capacidad crítica. No sólo creo en la crítica, sino además estoy convencido que sólo puede florecer el pensamiento y la actitud disidente desde la libertad y el coraje como valores irrenunciables. Y, sobre todo, donde se intente ser consecuentes con estos principios.

Es por ello que me he puesto manos a la tecla para establecer un canal de diálogo con todas las personas que, como uno, no están dispuestas a comulgar con ruedas de molino, porque, entre otras cosas, más tarde o más temprano, estas ruedas de molino resultan indigestas. Y decimos diálogo porque “Bandera Blanca” sólo será posible si ustedes, los que están al otro lado del ordenador, se ponen en contacto con un servidor en el correo electrónico
banderablanca13@gmail.com. De lo contrario, este blog será una sucesión de monólogos más o menos ingeniosos, más o menos acertados… o más o menos pedantes… pero nunca sería una comunicación sino una predicación dogmática … y dogmas, abiertos o subliminales, ya tenemos suficientes como para acabar con la vida. No somos una iglesia, ni cualquier otra secta, y no venimos a defender privilegios de ninguna sacristía, sea ésta negra, roja, verde o blanca, del pasado, del presente o del futuro, por lo tanto no tenemos servidumbres extrañas a las que rendir cuentas por lo que decimos o pensamos. Nuestra única obligación es con nosotros mismos y con ustedes si quieren participar en esta conversación… No tenemos, ni mucho menos, todas las respuestas, porque no tenemos todas las preguntas. Pero al igual que ustedes nos vemos afectados por las mismas cosas:

… por los contratos de tres meses en trabajos sin expectativas y con míseros sueldos con los que no llegamos ni a mediados de mes,
… porque estamos a punto de perder nuestras casas por obra de los timadores que se esconden en los despachos y ejecutan esos papeles llamados hipotecas, como si de navajas en un callejón oscuro y por la espalda se tratara,
… porque la preocupación del futuro de nuestros hijos victimas de un sistema educativo destinado a repetir las mismas mentiras -aunque quizás con otras palabras-, que nos contaron a nosotros, para alimentar a las mismas sagas de ineptos y aprovechados...

Como pueden leer no estamos dispuestos a rendirnos ante los golpes del destino, que diría Shakespeare. Por lo tanto, nuestra bandera no es de rendición a pesar del color… ya henos visto pasar muchas banderas bajo nuestros balcones, de todos los colores, de todos los partidos… y con suficientes farsantes al frente cargados de demasiados prejuicios, como para tener una vida que merezca llamarse tal.

No se asusten, no vamos a hablar de política, porque en este país no se hace tal. Ni tampoco vamos a criticar a esos que se sientan en las instituciones porque no merecen que perdamos ni un segundo en llamarlos por su principal característica… cretinos.

Bandera Blanca es un espacio destinado a tratar la realidad como se merece, pero desde otra perspectiva… desde la visión de un hombre que todos los días se levanta para acudir a sus obligaciones, y que quiere soluciones prácticas a sus problemas… que quiere un poco de luz ante tanta mediocridad… que quiere, al menos una vez, ser feliz… que en definitiva quiere otra vida. Hoy levantamos esta bandera en el páramo de la cotidianidad, la bandera que los despierte del sueño letal del consumo compulsivo, la bandera que llama a la rebelión y que despierta ese espíritu de otro tiempo, ése que nos hacía preguntarnos ¿Por qué? ¿Para qué?.

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