Indocumentados, charlatanes y rufianes
Que vivamos en un país de indocumentados, de charlatanes y de rufianes es algo que no se le escapa a cualquier observador que se fije un poco en la clase política que dirige España. Hoy, bajo la sombra del monarca, se asientan en el poder toda una colección de incapaces, de mediocres y de aficcionados a meterle mano a la caja de los fondos públicos, amigos de cobrar subvenciones por la patilla o incondicionales de trincar comisiones por obras, sin que se abran comisiones de investigación dignas de tal nombre, sin que los máximos responsables pasen por los juzgados y sin que éstos terminen, mucho menos, en prisión.
Eso sí, los periodistas, los tertulianos y los «actores sociales» –elementos que nadie puede definir exactamente– no se cansan de repetir e intentar convencernos que vivimos en un «Estado de Derecho», a pesar que el ciudadano sólo siente que ese Estado tiene el derecho a jorobarle la vida cuando le apetece. Y que algunos nos digan que esto es así desde tiempos de Felipe III, sólo puede servir como consuelo a los que viven desde tiempo inmemorial de la sopa boba a la sombra del regio sillón.
Digo todo esto no como producto de un enfado momentáneo a la vista del último informativo emitido en alguna de las televisiones, sino como consecuencia de hacer un ejercicio de memoria, cosa que se estila poco en estos lares. Como ustedes pueden recordar, hace muy poco tiempo se celebraron elecciones generales, y nos sometieron de nuevo de nuevo a la ficción de los grandes debates, que todos sabíamos que estaban pactados –por no decir amañados– «debates electorales» en los que participaban los mismos partidos que han saqueado la administración durante los últimos treinta años –o sea, diez más que el tango de Gardel–, «debates electorales» en los que se vetaba a aquellos que, al menos, tenían algo distinto que decir, y esto en base a una leyes perniciosas que los políticos se han dado y que permiten que los incapaces se sucedan a si mismos, creando una situación demencial que nos ha colocado en un callejón sin salida.
Recuerden que, durante el segundo trimestre de 2008, el gobierno aseguraba que la economía española «jugaba en la chanpions league», que la crisis no existía, que sólo se trataba de «un ajuste duro de las economías familiares», que «nos encontrábamos ante una pequeña desaceleración» y que en el primer trimestre de 2009 gozaríamos de una situación económica «como jamás se había visto en la historia». Pero la realidad es que somos la nación de la Unión Europea que más puestos de trabajo destruye, que la banca está tan quebrada como la del resto del mundo «civilizado», a pesar de la cantidad de millones de euros que le han entregado sin ninguna garantía a cambio, que tenemos el mismo índice de desempleo que a principio de la década de los ochenta –a pesar de la cantidad de artificios creados para maquillar las cifras–, y que tenemos la administración pública que más despilfarra en ambos lados del Atlántico con esos reinos de taifas que son las llamadas «autonomías».
Pero no seríamos justos si cargáramos las tintas con el partido del gobierno actual. Porque es también cierto que esta situación no es sólo achacable a Zapatero –es lo que nos dicen los fanáticos de la «oposición»–, pues la otra tenaza del régimen, cuando estuvo en el gobierno nacional, hizo la misma política económica que el gobierno actual, no reformó la administración, ni recortó el gasto de esos diecisiete micro-estados de voraz apetito en consumir los recursos que no son suyos, para gastarlos en inutilidades y en colocar a los amigos, además de repartir medallas, cuando toca, a unos cuantos delincuentes con título nobiliario o universitario, que para el caso lo mismo vale.
Tal vez nos merezcamos lo que está pasando. Ya dicen que cada país tiene el gobierno que se merece –algunos recuerdan la frase «pueblo imbécil tienes el gobierno que te mereces»–, pero creo que ya es hora de que, al menos, los que creemos que puede existir un hueco para la esperanza, denunciemos a tanto indocumentado, charlatán y rufián como primer paso de una regeneración que mande al exilio de los aledaños del poder, a los que nos han colocado en una situación que hace que la vida se convierta en una aventura de supervivencia como si de un famoso programa de televisión se tratara.
Eso sí, los periodistas, los tertulianos y los «actores sociales» –elementos que nadie puede definir exactamente– no se cansan de repetir e intentar convencernos que vivimos en un «Estado de Derecho», a pesar que el ciudadano sólo siente que ese Estado tiene el derecho a jorobarle la vida cuando le apetece. Y que algunos nos digan que esto es así desde tiempos de Felipe III, sólo puede servir como consuelo a los que viven desde tiempo inmemorial de la sopa boba a la sombra del regio sillón.
Digo todo esto no como producto de un enfado momentáneo a la vista del último informativo emitido en alguna de las televisiones, sino como consecuencia de hacer un ejercicio de memoria, cosa que se estila poco en estos lares. Como ustedes pueden recordar, hace muy poco tiempo se celebraron elecciones generales, y nos sometieron de nuevo de nuevo a la ficción de los grandes debates, que todos sabíamos que estaban pactados –por no decir amañados– «debates electorales» en los que participaban los mismos partidos que han saqueado la administración durante los últimos treinta años –o sea, diez más que el tango de Gardel–, «debates electorales» en los que se vetaba a aquellos que, al menos, tenían algo distinto que decir, y esto en base a una leyes perniciosas que los políticos se han dado y que permiten que los incapaces se sucedan a si mismos, creando una situación demencial que nos ha colocado en un callejón sin salida.
Recuerden que, durante el segundo trimestre de 2008, el gobierno aseguraba que la economía española «jugaba en la chanpions league», que la crisis no existía, que sólo se trataba de «un ajuste duro de las economías familiares», que «nos encontrábamos ante una pequeña desaceleración» y que en el primer trimestre de 2009 gozaríamos de una situación económica «como jamás se había visto en la historia». Pero la realidad es que somos la nación de la Unión Europea que más puestos de trabajo destruye, que la banca está tan quebrada como la del resto del mundo «civilizado», a pesar de la cantidad de millones de euros que le han entregado sin ninguna garantía a cambio, que tenemos el mismo índice de desempleo que a principio de la década de los ochenta –a pesar de la cantidad de artificios creados para maquillar las cifras–, y que tenemos la administración pública que más despilfarra en ambos lados del Atlántico con esos reinos de taifas que son las llamadas «autonomías».
Pero no seríamos justos si cargáramos las tintas con el partido del gobierno actual. Porque es también cierto que esta situación no es sólo achacable a Zapatero –es lo que nos dicen los fanáticos de la «oposición»–, pues la otra tenaza del régimen, cuando estuvo en el gobierno nacional, hizo la misma política económica que el gobierno actual, no reformó la administración, ni recortó el gasto de esos diecisiete micro-estados de voraz apetito en consumir los recursos que no son suyos, para gastarlos en inutilidades y en colocar a los amigos, además de repartir medallas, cuando toca, a unos cuantos delincuentes con título nobiliario o universitario, que para el caso lo mismo vale.
Tal vez nos merezcamos lo que está pasando. Ya dicen que cada país tiene el gobierno que se merece –algunos recuerdan la frase «pueblo imbécil tienes el gobierno que te mereces»–, pero creo que ya es hora de que, al menos, los que creemos que puede existir un hueco para la esperanza, denunciemos a tanto indocumentado, charlatán y rufián como primer paso de una regeneración que mande al exilio de los aledaños del poder, a los que nos han colocado en una situación que hace que la vida se convierta en una aventura de supervivencia como si de un famoso programa de televisión se tratara.